"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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04-10-2011 |
La alternativa ausente
Editorial de Punto Final
La ausencia de la alternativa de la Izquierda chilena se hace cada vez más notoria a medida que se profundiza la crisis política y social que vive el país.
Mientras la protesta social aumenta en intensidad con el paro de 72 horas de la Confederación Nacional de Funcionarios de la Salud Municipalizada y el paro estudiantil del 29 de septiembre, la incapacidad del gobierno para prevenir y/o resolver los conflictos se hace más evidente. El respaldo al presidente de la República, entretanto, ha descendido al más bajo nivel histórico: 22% según la última encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (Cerc). El 71% de los encuestados define al actual como un “gobierno de los empresarios”. Sin embargo, sólo el 11% respalda a la oposición. Se refiere desde luego a la oposición parlamentaria, desconectada por completo de la verdadera oposición que se expresa en las calles. El 73% de los consultados señala a la educación como el principal problema del país, seguida por la delincuencia, la salud y el desempleo. La crisis está manifestando con claridad síntomas de empeoramiento, que abarcan de modo paulatino a amplios sectores del pueblo. Los pronósticos sobre la intensidad y duración de este fenómeno son sombríos. La crisis chilena -resultado directo de la aplicación de un modelo ortodoxo de economía de mercado- es parte de una crisis mayor, de la recesión capitalista que golpea a gran parte del mundo. Su primer efecto, en lo que a Chile se refiere, es la brusca caída del precio del cobre y la danza de los precios de los combustibles, de cuya importación depende el país. Esto ha llevado a las autoridades económicas a reconocer sin ambages que Chile no está blindado -como aseguraban ministros de Hacienda concertacionistas y derechistas-. Por tanto, la recesión capitalista tendrá serios efectos sobre nuestro país. El gobierno ha comenzado a sugerir programas de asistencia social destinados a paliar el desempleo que comienza a subir y que será el principal efecto de la crisis. La cifra de cesantes en el mundo ya alcanza a 200 millones de personas. En Chile también se hará sentir con fuerza el despojo de los ahorros de los trabajadores mediante los mecanismos inmorales de las AFP.
En estas circunstancias, se hace desesperadamente urgente una alternativa de Izquierda que permita organizar la defensa del pueblo e impedir que una vez más, los trabajadores y sus familias paguen el costo de la crisis. En nuestro país la necesidad de una alternativa popular y democrática va más allá de los derechos económico-sociales del pueblo. Abarca asimismo la necesaria transformación de la institucionalidad que la dictadura implantó mediante el terrorismo de Estado. Chile sufre un retraso de más de dos décadas en la democratización del Estado. Vive sin quererlo -como lo demuestran las encuestas que rechazan esa institucionalidad- en el limbo creado por la tiranía de militares y empresarios. La Constitución necesita ser cambiada por una Asamblea Constituyente elegida en forma democrática. Sólo con esa fórmula -que en Chile nunca se ha usado- será posible aventar la telaraña antidemocrática que tiene por eje la Constitución y que abarca las leyes y las instituciones, la economía, las relaciones sociales, la educación, la cultura, etc.
Chile vive un proceso de revolución democrática que gracias a la protesta social ha ganado su primera batalla, sin duda la más importante, aquélla que se libra en el plano de las ideas y de los sentimientos y que se dirime en el gran jurado de las conciencias. Hoy, por ejemplo, es mayoritario el rechazo al modelo de economía de mercado, sobre todo en la educación. Esto explica el rechazo que sufren en las encuestas sus escuderos políticos: los partidos de la derecha y la Concertación. La Izquierda chilena tiene que hacer un esfuerzo para renacer de sus cenizas. Sólo ella podría levantar una alternativa real a la crisis económica y política. Los partidos de la institucionalidad existente -y no podría ser de otra manera dada su complicidad con el sistema heredado de la dictadura- están en otros afanes. Mientras en la calle domina la protesta social, los partidos se encuentran destazando en forma anticipada el animal para repartírselo en los próximos eventos electorales. Unos y otros coinciden en la estrategia de circunscribir la protesta social al tema de la educación, para no perturbar la estabilidad institucional que les permite vegetar en el hedonismo político. Quieren así posponer las demandas de nueva Constitución, de plebiscito, participación, educación y salud públicas, de viviendas, reforma tributaria, derogación del binominal, renacionalización del cobre, etc., etc.
Esos partidos pretenden hacer maquillajes como la reforma del sistema electoral binominal mediante el aumento del número de parlamentarios, y así dejar a todos contentos. Del mismo modo quieren escabullir la demanda de Asamblea Constituyente con una comisión parlamentaria que proponga reformas a la Constitución. De lo que se trata, lo que la protesta social ha puesto en juego, es de abrir paso a la democratización del Estado. Eso significa entregar más poder al pueblo. Una propuesta de este carácter sólo puede hacerla una Izquierda deslastrada de la Concertación, con alas propias y cuyas alianzas sean en primer lugar con los movimientos sociales. Son éstos -incluyendo niños y niñas heroicos como los estudiantes secundarios que hacen frente en las calles a los abusos de Carabineros, que marchan de Concepción a Santiago, o que hicieron huelga de hambre por 71 días-, los que han ganado en la protesta social el derecho a encabezar la revolución democrática que late en las entrañas de Chile.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 743, 30 de septiembre, 2011
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